Época: Renacimiento3
Inicio: Año 1400
Fin: Año 1500

Antecedente:
Pintura y escultura en Venecia

(C) Victor Nieto y Alicia Cámara



Comentario

En relación con esta fijación para la historia de una realidad de la que sentirse orgulloso, podemos considerar el auge experimentado por el retrato en Venecia. El mismo Gentile Bellini fue tan buen retratista que, entre 1479 y 1480, estuvo en Constantinopla en calidad de tal, al servicio de Mahomet II. En los retratos de los gobernantes venecianos se pasó del retrato de perfil y medio busto -a modo de medallas- a retratos como el del dux Leonardo Loredan, pintado por Giovanni Bellini, pero en todos ellos hay un sentido descriptivo y una cierta rigidez que acentúa el carácter oficial y el empaque que lleva aparejado el cargo que ocupan.
La obra de Giovanni Bellini (1430-1516), llamado Giambellino, representaría la otra vertiente de la pintura veneciana a fines del Quattrocento, a pesar de las indudables influencias en su pintura del taller familiar. En ese sentido su pintura responde todavía a un proceso de análisis de las distintas partes más que de síntesis. Es una pintura normalmente estática, algo inmóvil y que, quizá por ello, transmite a veces una sensación de melancolía cuya belleza llega con facilidad a la sensibilidad del espectador. En sus obras de tema religioso predominan el tema de Cristo -renovado en este siglo XV frente al predominio del culto a los santos en el siglo XIV- y el tema de la Virgen.

Las Vírgenes representadas de medio cuerpo, recuerdan a algunos retratos de la época por su disposición en el espacio figurativo y, como ha estudiado Francastel, introduce en el tema sagrado elementos ajenos a éste que están relacionados con la realidad veneciana.

En el caso de la Madonna que se encuentra en la Academia Carrara de Bérgamo distancia a la Virgen con el Niño del fondo de paisaje mediante una especie de cortina que funciona a modo de pantalla entre el primer plano y el fondo, recurso que utiliza en otras de sus obras. Pero lo que remite a esta obra a la realidad histórica de ese momento es, según Francastel, el que a ambos lados de esa cortina sea un paisaje de tierra firme lo que aparece, precisamente cuando en Venecia se estaba desarrollando la polémica sobre la necesidad o no de expansionarse por la terra ferma. Este historiador considera que Giovanni Bellini con su pintura estaría decantándose por el partido que preconizaba esa ocupación del territorio que, además, se muestra en esta pintura en sus dos posibilidades: la ciudad y el campo.

La capacidad de Giovanni Bellini para articular composiciones más complejas se pone de manifiesto en obras como la Pala de San Giobbe, en la que un punto de vista bajo y una arquitectura renacentista hacen más monumentales las figuras de la Virgen con el Niño y Santos. A pesar de ser una pintura en la que todavía el valor de la línea es un elemento de primer orden, su tratamiento del color y de la luz le convierten en el precedente de lo que va a ser la gran pintura veneciana del siglo XVI. También en su obra la importancia que, en ocasiones, adquiere el paisaje ya en el cambio de siglo -como le ocurre también a Carpaccio- es una manifestación del interés que tuvieron los pintores del norte de Italia en esa época por investigar sobre la figura humana en la naturaleza.

Para acabar este capítulo, cabe recordar la existencia en Venecia a fines de siglo de unos círculos cultos que explican tanto obras como la Alegoría Sacra de Giovanni Bellini, como algunas de las obras que pintará Giorgione. La obra de Bellini admite múltiples interpretaciones por su complejo y oculto mensaje, y fue producida en el mismo ambiente en que se publicó la novela de la "Hypnerotornachia Poliphili", de Francesco Colonna, obra llena de claves alegóricas. Esta obra fue publicada en 1499 por Aldo Manuzio, el editor más importante de todos los que convirtieron a Venecia a fines del siglo en el centro impresor más fecundo del Renacimiento.